ORAR ES UNA GRACIA

ORAR ES UNA GRACIA






El hecho de orar nace en nosotros por una simple razón. Lo hacemos por propia voluntad. 
Cuando oramos ejercemos nuestra propia y libre voluntad, por el sólo hecho de haber recibido la Gracia de ejercer nuestro propio albedrío. Ella es no sólo la fuente de la igualdad de todos los seres humanos ante Dios, sino también la base de su relación de igual ante los demás hombres.  
Pero quizá lo más propiamente importante, es lo que ello significa para nosotros mismos, dado que, de nosotros mismo depende nuestra honra o la propia perdición, entre los hombres y ante Dios. 

Cada acción de un individuo está vinculada a un fin. La satisfacción de una necesidad –preservación de la vida, protección, alimento— El proceso, es uno y natural, inscrito en el código genético del individuo. Sin embargo, cuando la valoración es tal, de apreciación, ya no se trata de la satisfacción directa, inmediata y presente, sino que a ésta la antecede una satisfacción inmediata de azar, sobre algo que todavía no sucede, que ha de ser la base de la valoración del acto que sigue. Su habilidad de valorar las opciones y elegir una alternativa, pertenece a la contingencia del albedrío, fortaleza y fragilidad de la contingencia humana. 

Aquel o aquellos, reconocidos en la tarea de aplicar los juicios de valor que han de definir la conducción del grupo hacia su supervivencia, lograrán consolidar al grupo, convirtiéndolo en una comunidad. 
La recompensa que el éxito del tal acto proporciona, desde la repartición de una presa de caza, hasta el éxito en un mercado que proporcione un incremento de los ingresos de los accionistas; promoverá siempre la comunidad entre los individuos. Cada decisión, atada a tal azar, será en adelante, la determinante de sus actos, y desatará en la incomprensión, el ímpetu de volver a las pasiones de la naturaleza. 
Sin embargo, sólo reconocerá como madre de su fortaleza y fragilidad humana, a la virtud y al vicio. Surgirá el exceso y la carencia, y de éstos encontraran como nueva respuesta al placer y al miedo. Adelantará en su nuevo rol, en la medida que comprenda los beneficios propios dentro del contexto humano de las decisiones. 


En el manejo de estos nuevos elementos aprenderá en el dar, el beneficio íntimo de una nueva satisfacción, sea por un nuevo sentido de la aprobación de su acto, sea por reconocer la satisfacción del beneficiario de dicho acto. Este momento marca una significativa pauta. La abstracción del hecho de una satisfacción percibida por otro, lo cual despierta curiosidad, tanto por conocer el porqué el otro manifiesta su aprobación directamente a él y por la satisfacción que experimenta al saberse aprobado. Se asienta en él un nuevo instrumento de valoración que habrá de diferenciarlo definitivamente del resto de los demás seres vivos. Este nuevo afecto lo lleva a ejercer nuevas acciones en procura de iguales reacciones y la relación entre iguales se enriquece hasta convertirlo una criatura sin igual. 
Tanto la satisfacción como la esperanza de lograrla serán en adelante actos que se sucederán en compleja trama. 


La destreza individual viene ahora sumarse a la de los demás, y en la duplicación de actos el más hábil impone el suyo, aportando al patrimonio del grupo la experticia por el común reconocida, consignándola eventualmente en su humana sociedad y subordinándola a su naturaleza, y aquel conocerá el liderato.
Sin embargo, nace así el origen de la desigualdad entre los hombres, cuando la acción delegada en otros, para manejar los asuntos de los comuneros es contraria a los resultados esperados. Es entonces, cuando se comienza a utilizar la una nueva herramienta, la negociación de términos de acción, de aceptación por parte de los comuneros. Éstas, habrán de determinar las relaciones entre los hombres en la comuna, y así se asienta la dinámica de lo que habrá de ser la sociedad humana.

En esta coyuntura, el hombre se encuentra ya inmerso en un mundo nuevo, su identidad está definitivamente ligada a una comunidad. Por tanto, sus necesidades son valores personales y ya no individuales. 
Personales, porque es parte de una sociedad personal, la familia, ya que ésta le reconoce su nueva dimensión, la paternidad. Pero además, ésta es parte de otra sociedad, la comuna, donde ocupa un espacio, con determinados deberes para el grupo (participar en la obtención de los recursos necesarios, ej.: alimento), y derechos (obtener una porción de esos recursos para él y los suyos, familia) 
Es cuando, su necesidad se hace más compleja. Su dimensión se torna supra-natural y desde ésta comienza a ver sus necesidades, las que va encontrando por propia acción de incomprensión. Es entonces, cuando profundiza que necesita comunicarse con ese otro ser que se manifiesta en su incomprensión, para poder seguir adelante Es precisamente en esa incomprensión cuando aprende que se le ha revelado a él su Creador. 


Consciente de tal revelación y en estableciendo un diálogo con el Creador, intima con su propia naturaleza a través de sus propios juicios entre la virtud y el vicio, entre el ímpetu de volver a las pasiones de la naturaleza o encontrar la verdadera identidad. 
En ello llega tan sólo a encontrar a la esperanza, ya no entre placeres y temores cotidianos y temporales, sino  vinculada a su necesidad de saber cuál es su origen y cuál su dirección. Es cuando, en reconociendo su incomprensión como la misma revelación, confiesa su Fe en su Creador. Y tal como Job, reconoce  sus infinitas limitaciones y se retracta de convenir con su Creador y solo así asume la felicidad de la Gracia concedida, y ora,  en un verdadero diálogo de aceptación con Dios.


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